miércoles, 21 de mayo de 2008

POEMAS

IX

Si de pronto la vileza se volviera ajena en la torpeza de mis manos.
Si en un giro inesperado, la luz del estío golpeara de nuevo
las aristas de mi pecho.
Si en la erizada piel me desvaneciera
con un inocente gesto.
Sabría que es de nuevo la vida
en lo inoportuno y extraño del amor.
Y ya no temería al lobo ni al astuto zorro, pues mi parapeto todo lo podría.
En el declinar de los sueños
te haría mía en las palabras,
en el aire indómito
me arrastraría leve
hasta ser la extraña fantasía
que ocupara tus noches.

XI

En cada rostro se oculta inhóspita la vida.
Extraña en su irreverente mutación.
En los ojos agónicos, en la ansiedad agrietando los labios, en la perturbada carne.
Su inocencia infame la hace medir en la oscuridad los pasos
y simular en el gesto trémulo el indómito hastío que la subyuga
en la más insospechada de las soledades.
Yo he visto tus padecimientos,
tu inasible penitencia.
En lo ahogado de tus horas el mundo se ha vuelto real.
En la pesadez de lo moribundo yo soy tu casual testigo.
Ahora sólo queda dibujar la sonrisa en la arcilla
y creer que fuimos desde el principio.

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