jueves, 8 de mayo de 2008

La vida teórica y contemplativa. Los molinos de viento.

La obra de Cervantes comienza con uno de los problemas filosóficos más antiguos; la dualidad teoría-praxis, vida teórica- vida práctica que fue tratada en la Antigüedad por Platón y Aristóteles. Don Quijote tras 50 años de vida contemplativa decide un día abandonar todo y dedicarse a actuar como caballero andante para favorecer a los pobres y deshacer entuertos.
Dicha actitud favorable a la vida activa no se muestra sólo en el hecho de haber abandonado una vida cómoda sino en algunos de sus discursos como el del capítulo XXIII y sucesivo de la primera parte, en los que defiende las armas frente a las letras, la vida práctica frente a la teórica: “Quítense de delante los que dijeren que las letras hacen ventaja a las armas; que les diré, y sean quién fueren, que no saben lo que dicen…(). Hablo de las letras humanas que su fin es poner en su punto la justicia distributiva y dar a cada uno lo que es suyo; fin, por cierto, generoso y alto y digno de grande alabanza; pero no de tanta como merece aquél a que las armas tienden, las cuales tienen por objeto y fin la paz, que es el mayor bien que los hombres pueden desear en la vida” [1] .
Al contrario que Cicerón que pidió que las armas cediesen a la toga, Don Quijote antepone las armas a las letras.[2]
Para algunos autores contemporáneos como Savater estas actitudes y otras de Don Quijote, más que contribuir a invertir el orden social y fomentar la justicia hacen lo contrario[3]. Para Savater estas actitudes de Don Quijote muestran la peor cara del héroe español por antonomasia.
Yo creo que es una idea extrema y contradictoria en Don Quijote pues como veremos más tarde también defiende la virtud de las letras.
Ortega en su libro[4] afirma que “todo genio español ha creado a partir del caos, como si no hubiese nada antes”[5]. Así parte Don Quijote de su hacienda, con un nombre nuevo y olvidando todo su linaje, todo lo que es y ha sido.
Esta salida a la vida práctica recuerda la de Fausto tras muchos años de vida contemplativa y teórica. Pero, ¿Por qué decidió Alonso Quijano ser caballero andante?
Para Unamuno es el deseo de ociosidad el que lleva al viejo hidalgo a convertirse en Don Quijote, para otrotes el deseo de “restablecer” el reino del bien y de la justicia. Esto es lo que dice el mismo personaje; “ Y fue que le pareció convencible y necesario, así para el aumento de su honra, como para el servicio de su república[6]. Esto es lo que dice el mismo personaje de su propia boca pero todo podría haber desembocado por una excesiva conciencia de la existencia de Alonso Quijano que desemboca en la paradoja del sufrimiento de quién se siente finito y desea trascender. La angustia –sobre la que Heidegger afirma que nos acerca al verdadero ser de las cosas- de la finitud pudo llevar a Alonso Quijano a convertirse en Don Quijote.
La ficción, la fantasía de los Libros de Caballería pasa a ser real en la mente y el mundo del hidalgo que una vez en la realidad proyecta a ella todo cuanto ha leído en sus libros.
Nada más salir de su hacienda Don Quijote comienza a tergiversar la realidad pensando que las ventas son castillos ( Capítulo II de la primera parte), las rameras doncellas, los molinos de viento gigantes (Capítulo VIII de la primera parte)y los rebaños ejércitos (Capítulo XVII de la primera parte).
El capítulo de los Molinos de viento es uno de los más tratados y comentados por su relevancia para la Filosofía, y en concreto para la Teoría del Conocimiento y el concepto de verdad. El diálogo sobre los molinos es éste: “La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; por que ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o poco más desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos la vida, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer…()
-¿Qué gigantes?- dijo Sancho Panza.
-Aquellos que allí ves- respondió su amo- de los brazos largos. Que los suelen tener algunos de casi dos leguas.
-Mire vuestra merced- respondió Sancho- que aquellos que allí se parecen, no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.”
[7]
La visión de Don Quijote pone en duda la circularidad transcendental kantiana que reza así: “Las condiciones de posibilidad de la experiencia en general constituyen, a su vez, las condiciones de posibilidad de los objetos de la experiencia, por ello poseen validez objetiva en un juicio sintético a priori”.
Se puede debatir si las condiciones de la experiencia son una puerta que se abre al sujeto, insistiendo en su pasividad, o si son una red que se lanza, confirmándose la actividad del sujeto en el conocer.
En el caso de Don Quijote el sujeto ejerce una actividad muy fuerte sobre la experiencia que va en detrimento de su objetividad. Se puede decir que lo que Don Quijote ve es “real” porque él lo ve; hay una causalidad de lo “real” sobre su ver aunque este manipule lo visto.
Vemos que el sujeto constituye la realidad, le da sentido. No hay realidad sin sujeto. Este tema es tratado por Ortega en sus meditaciones; en una meditación preliminar titulada “Molinos de viento” [8]afirma que “las cosas tiene dos vertientes: es una el sentido de las cosas, su significación, lo que son cuando las interpretas. Es otra su “materialidad”, su positiva sustancia, lo que constituye las cosas antes y por encima de toda interpretación”.
Los molinos de viento como sentido son gigantes; en Don Quijote las ideas triunfan sobre la materialidad que les sirve de sustento o causa inicial para desplegarse. "Las cosas hacen “señales”, transmiten formas que interpretamos; si la idea triunfa, la materialidad queda suplantada y vivimos alucinados”[9] nos dice Ortega. Este es le caso de Don Quijote que al vivir alucinado rompe la objetividad creada por la intersubjetividad respecto a la realidad.
Ambos personajes creen ver lo que dicen, lo creen real. La ruptura de la intersubjetividad, el no compartir el sentido de la experiencia, es lo que eleva a Don Quijote al grado de loco.
Todas estas explicaciones se pueden asociar a “La repercusión de la apariencia y el estatuto de la re-presentación” en el que se trata de la verdad crítica.
Ortega trata lo relativo al estatuto de la realidad en varios puntos de su libro; para él el “mundo patente” es la realidad que se nos ofrece con sólo abrir los ojos. Incluye el transfondo de estructuras que reclama nuestra intervención. Don Quijote rompe con su visión la estructura objetiva de lo real.
Ortega afirma que el Quijote es un libro escorzo; dicha palabra, escorzo, se refiere a la captación simultánea de de lo real de forma concreta e intelectiva. Por que en un primer momento lo real se nos impone de forma violenta; sobre este primer plano pasivo el hombre actúa e interpreta con el mirar según el filósofo español, que diferencia entre impresión y concepto, que tiene en sí la estructura y el contenido. Los conceptos establecen las relaciones con las otras cosas y los límites de ellas.
Gracias al concepto podemos superar la superficie y acceder a la profundidad mediante la meditación. Don Quijote “mira con conceptos”[10], los de los libros de caballerías.
La actitud de Don Quijote es fruto del Renacimiento, que tiene en Descartes al primero que trata el problema de la conciencia y de lo psicológico. Incluso me parece que en un pasaje de la novela se habla de un diablo engañador que recuerda al genio maléfico de Descartes pero con forma de diablo.[11] Quizá merezca la pena ser Don Quijote a Alonso Quijano, ser un actor principal y proto-agonista que actúa de forma desvariada, a ser un secundario desapercibido para el devenir. Tal vez la única forma de ACTUAR de verdad sea a través de la locura, entendida como la libre iniciativa total, la libertad.
[1] Capítulo XXXVII de la Primera parte, páginas 277 y 278.
[2] En el capítuloXXIV de la Segunda parte vuelve a defender las armas: “Por que no hay otra cosa en la tierra más honrada, ni de más provecho, que servir a Dios primeramente, y luego a su rey y señor natural, especialmente en el ejercicio de las armas, por las cuales se alcanzan, si no más riquezas, a lo menos más honra que por las letras, como yo tengo dicho muchas veces”. Página 516.
[3] Savater, Fernando. “Instrucciones para olvidar el Quijote y otros ensayos”. Editorial Taurus, 1985. Madrid. 213 páginas.
[4] Ortega y Gasset, José. “Meditaciones del quijote”. Editorial Alianza, 1991. Madrid. 247 páginas.
[5] Ver página 155 de Meditaciones.
[6] Capítulo Primero de la Primera Parte, página 27.
[7] Capítulo VIII de la Primera Parte, página 56.
[8] Página 217 de “Meditaciones del Quijote”.
[9] Ver el punto “Poesía realista” de la meditaciones; página 220.
[10] Platón, “Teeteto”
[11]Peor será esto que los molinos de viento -dijo Sancho-. Mire señor, que aquellos son frailes de San Benito, y el coche debe ser de alguna gente pasajera. Mire que le digo que mire bien lo que hace, no sea el diablo que le engañe.” Capítulo VIII de la Primera Parte, página 57.

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