domingo, 4 de mayo de 2014

Reseña del libro de Patricia S. Churchland El cerebro moral: lo que la neurociencia nos cuenta sobre la moralidad.

        Patricia S.Churchland (16 de julio de 1943) es una filósofa canadiense-norteamericana que desarrolla su labor docente en la Universidad de California y en el Instituto Salk, donde se ocupa de biología y neurociencia. En su obra El cerebro moral: lo que la neurociencia nos cuenta sobre la moralidad1 pretende mostrar la base neuronal de la conducta moral del hombre, lo que puede englobarse dentro de la disciplina llamada neurofilosofía. La obra parte de un presupuesto central: los seres humanos somos sociales por naturaleza, tal como defendieron en su momento Aristóteles, Hume y Darwin.
         Este libro se puede sumar a los diferentes intentos llevados a cabo por otros autores, para dotar a la naturaleza humana y a la moral de un cierto fundamento biológico. Dichos autores son Marc D. Hauser2, Steven Pinker3, Debra Niehoff4, Antonio Damasio, David Brooks5 y la contribución española de Camilo José Cela Conde y Francisco Ayala en su libro Senderos de la evolución humana6; en concreto, en el capítulo titulado "La filogénesis de la moral" donde se abordan la relación entre el altruismo genético y el moral, la evolución del comportamiento moral, la coevolución genético-cultural, etc.
    La hipótesis central del libro de Churchland es que «la moralidad se origina en la neurobiología del apego y en los vínculos afectivos». (Churchland 2012: 85) El objetivo secundario es mostrar que la filosofía moral puede tener un fundamento tangible, material, alejado de la mera opinión. Tras la declaración de intenciones de la Introducción, la autora desarrolla sus planteamientos en los siete capítulos restantes; en los cuales se parte desde la moral del individuo, centrada en los valores y en su base cerebral, hasta llegar a la religión; tratada como ejemplo de moral aplicada a una colectividad y sustentada en la misma. De dicho recorrido podemos concluir que para la autora la moral tiene un fundamento individual; centrado en el cuidado de uno mismo en sus inicios; posteriormente en el de la descendencia, y finalmente, en el resto.
       Churchland afirma que, en primer término, el circuito neuronal del sujeto se ocupa del cuidado de uno mismo. El sentimiento de inseguridad por la descendencia genera apego a la misma, siendo éste uno de los fundamentos neurológicos de la moral. En el segundo capítulo la autora reconoce la dificultad de mostrar los cambios géneticos relacionados con la conducta social y cognitiva, lo que supone por ahora un límite a su investigación. En este capítulo, a la pregunta de si la moralidad es algo exclusivo de los humanos, la autora responde que los animales tienen moral, y que la ausencia de lenguaje no lo impide.
        En el capítulo tercero se trata el cuidado de los demás; ya he comentado que para la filósofa la moral comienza, en cierta forma, por el cuidado de uno mismo, y que se extiende, en un primer término a la descendencia, y posteriormente, a los demás. El cuidado de uno mismo se hace en base a la homeostásis que es «el proceso mediante el cual el medio interno del organismo se regula para aproximarse al rango necesario para la supervivencia» (Churchland 2012: 40) El origen de la empatía hacia los descendientes es comportarnos como si ellos estuviesen en nuestro circuito homeostático, es decir, como si formasen parte de nuestro yo.             Además, las hormonas, la dopamina, la oxitocina y la vasopresina favorecen la cooperación, la protección de los otros y el apego a la pareja; que formando una familia contribuye a reducir la imprevisibilidad vital y la ansiedad asociada a la misma. Además de estos factores, en la sociabilidad intervienen: la capacidad para predecir los comportamientos propios y ajenos, y un sistema neural de recompensas y castigos.
      El capítulo cuarto se centra en la cooperación y la confianza. La oxitocina favorece la confianza e interviene en las tareas de la mente cuando se ocupa de predecir las conductas. Por otra parte, la reputación y los castigos a malhechores también son importantes para establecer pautas de castigo y cooperación. También se puede afirmar que el cuidado cooperativo de los hijos favorece una mayor cooperación social. En el capítulo quinto Churchland se ocupa de la importancia de los genes en el desarrollo cerebral y en la determinación de la conducta. Pese a lo que muchos piensan; no puede establecerse relación de un gen concreto con un comportamiento determinado, debido a la pleiotropía de los genes. Por ello, con mucho tiento, la autora se cuida de otorgar relevancia excesiva a los genes respecto de la moral, pues, como ella misma reconoce; «los genes son importantes en lo que somos, pero no sabemos en qué medida» (Churchland 2012: 125) Sobre la existencia de una posible moralidad innata, concluye que no hay una base genética que limite nuestra conducta a una forma concreta.
            En el capítulo dedicado a las habilidades sociales se tratan la corteza prefrontal, a la que se otorga el origen de la inteligencia en la conducta social, y la capacidad de imitación, que nos evita el proceso de ensayo-error. Además, favorece la capacidad de atribuir estados mentales y, junto con la empatía, parece tener cierta relación con las neuronas espejo. Posteriormente trata las normas, donde se reflexiona sobre la universalidad de la Regla de oro, y se repasan los planteamientos morales de filósofos como Kant, Singer, Bentham o Moore. Churchland reconoce que la crítica central a su libro es que se centra en el ámbito descriptivo de la moral, en lo que el hombre es; dejando de lado lo que para muchos es el centro de la moral, el deber ser, la normatividad. Siguiendo a Hume, no se podría extraer el deber ser del ser. La filósofa rechaza la falacia naturalista y los planteamientos de Moore sobre la separación de valores y hechos naturales.
         El último capítulo lo dedica a la relación entre moralidad y religión. Para Churchland la moralidad es un «fenómeno natural con fundamento en la selección natural, la neurobiología, moldeada por la ecología local y modificada por los avances culturales». (Churchland 2012: 209) Por ello reivindica el fundamento neurobiológico de la conciencia y reconoce a la religión como fuente de principios morales, pero no como fundamento de la moral, pues existen religiones sin Dios y ateos con principios morales. La cultura crea instituciones para crear confianza y la religión puede ejercer dicho papel en las relaciones individuales y grupales.
        El libro de Patricia Churchland me parece un buen ejemplo de la denominada Tercera cultura, impulsada por John Brockman en su libro The third culture; en el mismo se recoge la idea de C.P Snow en Las dos culturas; donde se defiende que la separación entre la cultura humanística y científica es artificial y que debe ser superada por una tercera cultura que una a ambas y las supere. Respecto al libro, podríamos preguntarnos: ¿hay en el libro cierto equilibrio entre los elementos biológicos y culturales, o predomina la biología por encima de la cultura, mostrando un cierto determinismo biológico de la moral humana? En mi opinión, se otorga demasiada relevancia a lo biológico, o mejor dicho, se minusvalora la importancia de la cultura y la sociedad en la moral humana.
           La autora reconoce en la Introducción y en otras partes del libro, las limitaciones de sus planteamientos al no complementarlos con la cultura; entendiendo a ésta como el pasado histórico, las instituciones humanas o la cosmovisión de un grupo humano concreto. Por contra, sí reconoce la relevancia del entorno ecológico para la moral.
         A primera vista, los códigos morales son tan diversos que se nos plantea muy difícil aceptar una posible naturaleza moral universal común a todos los hombres. En el libro se llega a plantear el debate sobre la existencia o no de esos universales morales con base genética; esta hipótesis parece una actualización de una de las premisas, ya refutada, del evolucionismo antropológico: la unidad psíquica de la humanidad. Si existiesen esos genes que fundamentan nuestra moral, lo que la filósofa reconoce como difícil de demostrar debido a su pleiotropía, podríamos plantearnos si podrían ser modificados por el entorno o por prácticas culturales; tal como ocurre con la epigenética, y así cambiar y evolucionar nuestra moral. Con ello se quiere decir que la cultura no sólo puede determinar la moral; también podría cambiar nuestros fundamentos biológicos de la misma, tal como ha ocurrido en el pasado durante nuestra larga evolución.
           Churchland rechaza definir la moral pero sí se preocupa de tratar la existencia de la misma en los animales; al respecto, Frans de Waal7 nos muestra que ciertos animales son morales, e incluso que tienen sentido de la justicia -entendida como reciprocidad y equidad- capacidad de restricción y de cooperación cuando ello no les reporte beneficio, y altruismo, siempre que no se vean sometidos a agresividad por los demás. Especialistas como Michael Tomasello defienden que los primates superiores pueden leer la mente de los otros.
            El libro que he tratado ofrece ciertos fundamentos biológicos de nuestra conducta moral, pero ésta no puede quedar reducida a lo biológico únicamente pues, en mi opinión, estamos determinados por el entorno social en que vivimos. Richard Wilkinson8 nos muestra que las condiciones sociales afectan a nuestro cuerpo y a nuestras expectativas vitales; la confianza y la cooperación, que Churchland asocia a elementos como la oxitocina, para Wilkinson se ven afectadas directamente por las desigualdades sociales. Ambos coinciden en que la cooperación y la confianza nos hace más morales y felices, pero con la tendencia biológica no basta cuando la situación social las impide y no las fomenta, debido a la desigualdad económica y social.

1 Patricia S. Churchland, El cerebro moral: lo que la neurociencia nos cuenta sobre la moralidad. Barcelona, Paidós, 2012.
2 Marc D. Hauser, La mente moral: cómo la naturaleza ha desarrollado nuestro sentido del bien y del mal. Barcelona, Paidós, 2008.
3 Steven Pinker, La tabla rasa, el buen salvaje y el fantasma en la máquina. Barcelona, Paidós, 2005.
4 Debra Niehoff, Biología de la violencia. Barcelona, Ariel, 2000.
5 Véase la divertida e interesante conferencia de Brooks en: <http://www.ted.com/talks/david_brooks_the_social_animal?language=en>
6 Camilo José Cela Conde y Francisco Ayala, "La filogénesis de la moral" en Senderos de la evolución humana, Madrid, Alianza Editorial, 2005.
7 Véase la conferencia en TED:  
8 Richard Wilkinson, Las desigualdades perjudican: jerarquías, salud y evolución humana. Barcelona, Crítica, 2001. También es interesante su conferencia: 

viernes, 12 de abril de 2013

El tiempo deviene Historia y el hombre ser humano con el latido de la deseada.

viernes, 22 de febrero de 2013

La distopía de mercado


"Las tradiciones de las generaciones muertas pesan como pesadillas en el cerebro de las vivas"

Karl Marx

     Una simple idea y la avaricia sin límite son las causas del estado actual de la humanidad. La pulsión individualista sustenta a la utopía de mercado, que supuestamente regula las relaciones de forma justa, y es fuente de riqueza y bienestar para todos. Si a ello le unimos el nacionalismo cerril, la ceguera respecto al desequilibrio ambiental y la parálisis de la población, atenzada por el miedo, resulta una situación insostenible en la que el malestar y la desesperación ocupan la vida de la mayoría de la población.
     Dicho lo anterior, cada país tiene su propia historia, y el nuestro, por mucho que pasen los años, se empeña en repetirla pese al devenir de los siglos. Hemos avanzado mucho en los útimos 40 años, pero seguimos manteniendo los mismos problemas que hace 150 años: la vertebración del Estado y la cuestión catalana, el poder de la iglesia, una sociedad desigual y poco cohesionada, una clase política distante e incapaz de afrontar las grandes cuestiones, la corrupcción galopante y la tensión entre centro y periferia del Estado.
     Para mantener la utopía de mercado hay que sacrificar a los ciudadanos; se les culpabiliza de haber inflado la burbuja inmobiliaria y de vivir por encima de sus posibilidades, sin decir que los bancos son los culpables por haberlas ofrecido. Lo hicieron debido al dinero barato que desde la UE se generó para reflotar Alemania, la que ahora tiene récord de empleo, aunque mucho sea precario y en malas condiciones.
      La democracia ha sido sometida por la economía; España sufre el mandato o gobierno indirecto (indirect rule) desde mayo del año 2010. Rajoy lo ha reconocido. Se roba a la clase baja y media para reflotar a los bancos, bajo la amenaza del caos económico, a la vez que se destruye la sociedad. La reciente quiebra de Reyal Urbis ha dejado una deuda al Estado de 1300 millones de euros. A ellos se les permite la dación en pago, mientras que miles de ciudadanos sufren los desahucios y algunos se suicidan por la desesperación. La criminalidad y la injusticia se ocultan bajo la defensa de la legalidad.
    Paralelo al mensaje de culpabilización de la ciudadanía, se desarrolla un plan de privatización, que es básicamente un expolio de lo público para beneficio de los amigos del PP. Economía del goteo la llaman y, pese a los perjuicios iniciales, según sus defensores, genera beneficios a largo plazo. Somos las cobayas de un experimento con resultados desastrosos; simplemente hay que fijarse en Chile y Reino Unido, donde 1200 pacientes murieron en un hospital privatizado por falta de cuidados y en condiciones lamentables. Es la lucha de la democracia contra la economía neoliberal, de lo público contra los intereses privados, de lo común frente a lo excluyente.
   El dominio de la economía neoliberal es palpable: toda Europa, salvo contadas excepciones, está gobernada por partidos de derechas, que bajo la premisa del modelo de gobierno asiático ejemplificado en China, anteponen el crecimiento económico, aunque sea desigual, y el desarrollo, pese a que no es social ni colectivo, a cualquier precio. Sólo hay que escuchar a Rajoy para cerciorarse de que gobierna para empresas y entes económicos, no para ciudadanos.
    La democracia deliberativa estorba a los mercados económicos, su lentitud les exaspera; por ello los parlamentos tienen en la actualidad un papel figurativo. Es la teatralidad de la política, puro artificio. España es un vivo ejemplo de ello; la mayoría absoluta ha generado un sistema presidencialista en el que Rajoy ignora el parlamento y limita su control al mínimo, desvirtuando la democracia y acercándonos a una especie de despotismo ilustrado, en el que el presidente aparece prepotente y seguro de poseer la verdad y de hacer lo correcto. Se elimina el control parlamentario para evitar el desgaste al gobierno aunque ello lamine la democracia.
     Pese a todo, Rajoy es un simple peón que suele decidir no tomar decisiones. Muestra la segunda cara del poder, definida por Bachrach y Baratz, como la no adopción de decisiones. Un gobernante que se resigna a llevar a sus ciudadanos a la miseria a sabiendas, es un miserable.
Bajo el término reforma, que es cambiar para mejorar lo existente, se nos imponen recortes, empobrecimiento y exclusión, como la perpetrada contra los inmigrantes irregulares, en mi opinión la medida más inmoral de las tomadas por el gobierno.
    Tras el ruido mediático pasa desapercibido la imposición de un programa político de máximos que acabará por derruir el edificio -ya maltrecho por otra parte- de la Transición, que algunos consideraban intocable. La derecha aprovecha para hacer gerrymandering en las comunidades donde gobiernan; modifican el sistema electoral y las circunscripciones para asegurarse la reelección, cometiendo un fraude democrático de primera magnitud. La tesis doctoral del infame Camps trataba sobre la reorganización de las circunscripciones de la Comunidad de Valencia.
     La política se guía por el do ut es y carece de ética; los diputados son pillados jugando al apalabrados y son multados con 300 euros en vez de dimitir. La degeneración y la falta de ética son preocupantes.
Mientras tanto, la oposición y el partido socialista con Rubalcaba a la cabeza, se guia por el principio de la oligarquía de Michels: los líderes políticos están más cerca ideológicamente del oponente político que de sus afiliados.
     La corrupción existente ha agravado la judicalización de la política y la politización de la justicia. Todas las leyes están recurridas en el Tribunal Constitucional, que se ha convertido en campo de batalla partidista ante su papel decisivo sobre la legalidad o ilegalidad de las leyes. Los jueces sustituyen a los políticos. Y en ello gana la derecha nuevamente, pues la clase judicial se compone en su mayoría de jueces conservadores que imponen una justicia de clase, donde se masacra al pobre y se libera al rico. Los indultos gubernamentales son otra muestra de la medievalización de la justicia y la política, ya que se abusa del mismo para pagar favores políticos. La reciente reforma de la justicia llevada a cabo por el político más derrochador del país, ha consumado la justicia de clase; sólo se podrá acudir a ella cuando se tenga dinero.
     Las víctimas de esta tropelía somos todos, pero especialmente las mujeres. El gobierno actual es el que más está atacando a las mujeres y a sus derechos; ellas sufren en mayor medida, y por desgracia, el recorte a la dependencia; se va a limitar su derecho al aborto, eliminando una ley que lo equiparaba a la legislación europea; no se va a desarrollar la educación de cero a tres años, perjudicando la conciliación; se ha limitado el acceso a la función pública, donde la mujer tiene un nicho de trabajo relevante y se han incrementado las tasas de universidad, donde ellas son mayoría. Vivimos el gobierno que más castiga a la mujer de toda la democracia.
    Todas las medidas anteriores se vinculan a un cambio de modelo de bienestar; dejamos atrás un modelo corporativo europeo donde existen servicios universales como la sanidad y la educación, y pasamos a uno asistencial de tipo anglosajón, donde los ciudadanos asumen el coste de los servicios sociales y el Estado solo asiste a los que son de clase baja o de una determinada renta. La clase media huye de unos servicios cada vez más desbordados y peor dotados, y se quedan en ellos los que no pueden costearse servicios privados, los pobres. Así se cumple la idea de que "los servicios para pobres son pobres servicios".
     La sociedad resultante de la crisis se está configurando en estos momentos y se acerca a lo que desean los neoliberales; buscan una sociedad donde se fortalezcan las estructuras intermedias mediadoras (iglesias, asociaciones de barrio, plataformas, voluntariado, fundaciones, etc) que descargan al Estado de sus funciones asistenciales y permiten al ciudadano una participación reconfortante pero alejada de la política, el ámbito desde donde se puede cambiar la situación que le lleva a implicarse en una asociación o oenegé. La política puede eliminar lo que nos parece "inevitable" o "natural". No hay una tasa de desempleo o de pobreza natural. Todo ello es producto de decisiones políticas y económicas reversibles. Hay otras salidas, sin duda.
     La movilidad social, el ascenso de individuos de unas clases a otras o su descenso, marcan el futuro político de un país. España nunca se ha caracterizado por una movilidad ascendente importante; hay un cierre social de una clase alta que impide el ascenso de las otras a una serie de recursos y posibilidades de desarrollo. La tragedia social es que el cierre se fortalece y la movilidad descendente se generaliza en la clase media que pasa a ser baja. El futuro se vislumbra con una clase media meguante y empobrecida, lo que puede generar conflictos sociales y políticos de envergadura. El desafío del socialismo es recomponer la alianza entre las clases medias y trabajadoras, que a veces han optado por la derecha ante el mensaje confuso y la ideología difusa de la izquierda.
     La educación es otro de los problemas perpetuos del país. Se avecina una nueva ley educativa; vivimos la tragedia de ser gobernados por una mayoría de abogados, que tienen la costumbre de pensar que algo tan complejo como la educación puede mejorarse con una ley. Si una ley fuese la garantía de solución de un problema, España debería ser el mejor país del mundo pues es uno de los que tienen mayor regulación de la UE. La insistencia en las leyes como la panacea para todo muestra las limitaciones intelectuales de los políticos y la necesidad de tener entretenidos a la corte de abogados del ministerio de turno. Wert justifica la ley por el abandono escolar y lo pretende combatir con segregación, menos recursos, más religión, reválidas, y la eliminación de lo público.
     Lo que hay que preguntarse es, ¿por qué la misma ley que genera un 37% de abandono escolar es capaz, a su vez, de hacer posible la que, para todos, es la generación mejor formada de la historia del país? Habría que focalizar el problema y tratarlo sin afectar a lo que funciona. No aprendemos, la incompetencia es terca y persistente.
     Para cambiar la situación hay que participar; tenemos que hacerlo preferentemente en los partidos políticos, por el simple hecho de que tienen acceso al centro de poder, desde donde de pueden cambiar las políticas actuales y el futuro del país. Hay que recuperar el republicanismo, la revalorización de la participación pública como un elemento de desarrollo moral e intelectual del hombre.
    Como he dicho, la participación en estructuras intermedias mitiga el problema pero no lo elimina. Naturalizar la desigualdad llevará a una sociedad violenta, infeliz, miedosa y manipulable. Los partidos deben de ser el instrumento de cambio, pero nunca, jamás, deben de anteponerse a la democracia, que es lo que ocurre actualmente. Primero la democracia y después el partido.
     Los derechos que no se usan se pueden perder más fácilmente; hay que utilizar los derechos civiles para realizar los cambios en el sistema de partidos, en primer término, y de la economía y la sociedad, posteriormente. Se debería pasar de un sistema bipartidista a uno pluralista y proporcional, pues los países con este tipo de sistema gozan de un mayor bienestar y tienen menos desigualdad (Lipjhardt). Hay que asumir la responsabilidad que nos corresponde como ciudadanos y luchar por evitar lo que a día de hoy parace inevitable; un futuro de pobreza, desigualdad, frustración e inestabilidad. Ha vuelto la Historia, y de nosotros depende crearla en beneficio de todos o que otros la escriban con una sola mano.

domingo, 22 de abril de 2012

Sartre y su existencialismo. ¿Eres un irresponsable?

.
La frase “Dios ha muerto” de Friedrich Nietzsche supone la asunción de la falta de valores y de sentidos inmanentes del mundo, de lo real. No hay nada que determine el ser, no existe el destino, ni un camino predeterminado que el hombre deba recorrer. La libertad es absoluta, incondicionada, plena y compartida, en tanto que la disfrutan todos y cada uno de los hombres; aunque algunos la celebran usándola y viviendo en ella, mientras otros reniegan de ella, de su condena a la libertad, dejándose llevar por los caminos marcados por la Iglesia, la sociedad, la cultura o la televisión.
La libertad absoluta supone la inexistencia de valores “universales” en los que el hombre no hubiese intervenido, pues ha creado todos los valores, y en base a ello se puede afirmar que no existe ningún tipo de esencia previa a la existencia que determine a todos los hombres a actuar o ser de una forma concreta. La esencia no es anterior a la existencia del hombre; éste existe, y en función de sus elecciones, determina el proyecto que desea ser. La existencia es anterior a la esencia, que una vez eliminada como elemento de apoyo de todo tipo de determinación (física, social o cultural) supone dejar al hombre con responsabilidad total sobre su futuro. A consecuencia de lo anterior, se puede afirmar que el hombre no está predeterminado involuntariamente a ser presidente o poeta, sino que lo que lo llega a ser por decisión suya, por que así lo desea, ya que está condenado a ser libre, a hacerse.
Ante el disfrute de la libertad más absoluta sobre su existencia, el hombre debe tomar una decisión que determinará su esencia, su vida. Cada hombre es una posibilidad a realizar, un proyecto por decidir y cumplir mediante la toma constante de decisiones . Todos elegimos de forma constante, incluso el hombre que elige no elegir lo hace en base a su libertad, aunque sea para renunciar a ella. Sartre define a dicho hombre, el que elige no elegir, como un ser que renuncia a su responsabilidad sobre su vida; lo califica como indecente, heterónomo, negador de sí mismo, etc. Es un hombre que rehuye cualquier responsabilidad sobre su propia vida en la medida que afirma que no la ha elegido libremente. Utiliza la religión, la familia, las leyes naturales y biológicas, la situación económica, o el destino para explicar lo que es y huir de toda responsabilidad sobre su existencia.
La otra opción vital de todo hombre, la menos cobarde y más arriesgada, es elegir valores, plantearse un proyecto, elegir el elegir. En este caso el hombre asume que su vida está en sus manos; depende únicamente de sus elecciones y es un reflejo de ellas. Cuando el hombre actúa libremente se sabe responsable de sus decisiones y de las consecuencias de las mismas; la consciencia de la responsabilidad de lo que somos y seremos genera angustia, temor, y parálisis (Schwartz) pues conocemos la transcendencia de nuestra decisiones, sabemos que nuestro futuro depende de ellas. La angustia es el sentimiento existencialista por antonomasia desde su puesta en valor por Heidegger y Kierkegaard.
La persona que elige no elegir deja que otros decidan por él mismo, es heterónomo; por contra, el hombre decide eligirse a sí mismo opta por un tipo de hombre u otro con un modelo de vida y unos valores concretos unidos al mismo. El discípulo de Sartre que debe decidir entre quedarse con su madre o marchar a la guerra está dudando entre dos modelos de vida y de hombre, cada uno de ellos con con unos valores y principios determinados. Lo que nos quiere decir Sartre es que en cada decisión tomada reforzamos un modelo de hombre, que puede casar o no con el mayoritario, pero que sin duda transmite a los demás una visión del mundo, unos valores, una ideología, un tipo de sociedad, etc. Por todo ello, al elegirnos a nosotros mismos estamos optando por un modelo de mundo y unos valores concretos que estamos proyectando a los demás.  

sábado, 19 de noviembre de 2011

Elecciones, 15-M y participación política.

        Cualquiera que esté al tanto del funcionamiento de la Unión Europea y de la situación de la soberanía económica, es consciente de la escasa relevancia de las elecciones; en la medida, en que uno u otro partido van a tener que hacer recortes impuestos desde Bruselas. Por supuesto, que ello no supone que sean lo mismo uno que otro gobernante, ya que cada uno de ellos tiene un margen de maniobra, mínimo, pero existente.
          El que se prevee futuro presidente, Rajoy, va a llegar a la presidencia del gobierno a lomos de la crisis y con una campaña electoral digna de estudio, debido a su nihilismo calculado y a su falta de liderazgo. ¿Ganaría Rajoy si no estuviésemos en crisis? Zapatero no ha dejado el listón muy alto, pero Rajoy no tiene visos de mejorarlo; sus propuestas se reducen a memeces como "gobernar como Dios manda", "generar empleo", "pagar los servicios sociales generando empleo" y "dar confianza". ¿Mediocre? No, es un político español y algunos como yo, somos muy exigentes.
             Poco cabe esperar de un político que permite tres o cuatro ruedas de prensa con preguntas en un año, que lleva vetando a Público desde que existe, y del que sólo sabemos que lee el Marca. Pero no seamos elitistas pidiéndole que lea a Savater, Marina o Abadía; esperemos que Rajoy, cual Sancho contemporáneo, gobierne con sentido común esa ínsula Barataria contemporánea llamada España. No nos queda otra que confiar, desearle suerte y vigilarle.
             ¿Qué podemos decir de Rubalcaba? Su amigo Zapatero dice que ha hecho lo mejor para España, que no tiene porque coincidir con lo mejor para los españoles. No supieron ni quisieron romper la burbuja inmobiliaria y ya vemos las consecuencias; Ley del suelo del PP mediante. ¿La elección de Rubalcaba? Cuanto menos dudosa democráticamente. Paradojas de la vida, el capitalismo va a refundar el PSOE, si es que son lo suficientemente inteligentes como para darse cuenta de dicha necesidad tras los resultados de mañana.
           Estas semanas escuchamos a las hienas de la CEOE soltar andanadas para devolver a los trabajadores al siglo XIX. Uno de sus cargos dijo que la fiesta se ha acabado; hay mucho hijo de puta suelto en este país, con la mala suerte de que están posicionados en cargos de responsabilidad; obvian que gente como yo, durante la fiesta de la burbuja con la que ellos se forraron, trabajamos, ya licenciados, en puestos de media jornada, por debajo de nuestra formación, y cobrando 500 euros al mes. Ahora que comenzamos, tras muchos esfuerzos y sacrificios, a llegar a puestos acordes a nuestra formación, los vemos peligrar o nos despiden para cuadrar los déficits que generaron las malas gestiones políticas. Con un 45% de paro juvenil, y del resto, muchos trabajando explotados o en puestos precarios, la juventud emigra a otros países buscando la mayor pérdida de la sociedad española en la crisis:  la movilidad social.
                  Estamos cerca de ser rescatados por culpa de la inutilidad de los políticos y de nuestra propia incapacidad como país. España es un huida continua hacia delante, sin tener la capacidad de planificar la idea de país a largo plazo, y así nos va. Ya que hablamos de futuro, tenemos un 30% de fracaso escolar, el doble que la UE, y somos el país con menos educación pública de Europa. Ello supone que dicha educación soporta a los colectivos con mayores dificultades, mientras que en concertados y privados solo aceptan un número reducido de ellos, que suelen ser los que no necesitan atención especial o personalizada. La educación es sólo uno de los factores para explicar que somos uno de los países de Europa con mayor desigualdad social. ¿Otras causas? 23% de fraude fiscal, el doble que la UE, perdemos unos 80.000 millones de euros anuales; y una presión fiscal del 36%, por debajo de la UE. Amén de una mala distribución de la renta.
         Para concluir me gustaría hablar del 15-M. Sí, fue y es un movimiento esperanzador, ilusionante y relevante, pero ¿y ahora qué? Antes todos nos preguntábamos por qué nadie se quejaba o se manifestaba; ahora que ocurre hay que hacer un acto más revolucionario si cabe; dejar las charlas de bar, de manifestación y asamblea, y pasar a la política. Si el movimiento tiene objetivos políticos debería de usar los instrumentos existentes para alcanzarlos: parlamentos, leyes de iniciativa pública, instituciones, partidos, etc. Si el movimiento no deriva en partido político se convierte en un grupo de presión más, pero sin el nivel de influencia de grupos tradicionales como la iglesia o los bancos. Toda la energía hay que canalizarla en un acto que es revolucionario en España, por ser algo minoritario, la participación en los partidos políticos. Según la Encuesta Social Europea los españoles somos de los que menos participamos en política de Europa pero de los que más nos manifestamos. Si de verdad les interesa la política, afiliénse, militen, o simplemente sean simpatizantes; hagan oír su voz, creen alternativas dentro de los partidos que mantengan sus propuestas o funden partidos nuevos hasta llegar al parlamento; que como dije al inicio, tiene una soberanía menguante, pero es la que nos queda y la única desde la que poder cambiar el futuro oscuro que nos espera. Cambien el sistema desde dentro; ya sabemos que es injusto y mejorable, pero sigue siendo democrático; finalmente, usen la razón y los argumentos para convencer y captar el voto de los demás, para, desde el apoyo popular, poder cambiar aquello que evite la actual y creciente desigualdad.


miércoles, 30 de marzo de 2011

El presente de España ya fue pasado.

        La afirmación es un poco exagerada pero sólo pretende recoger la idea de una cierta continuidad histórica entre la situación actual de nuestro país y situaciones pasadas. Buscando dicha conexión me leí un libro de de la historia de España, en principio neutral, en el que se observan ciertas constantes históricas en la política, la sociedad y la economía españolas; que se han ido repitiendo durante siglos hasta nuestros días. Como dijo Twain "la historia no se repite pero rima".
        Buscando las causas del desastre económico en el que estamos inmersos -aunque pienso que siempre se podría emperorar- más allá de causa externas, he encontrado una serie de constantes que se repiten o riman a lo largo de la historia: reyes incapaces, que supeditan la economía a la religión o a ciertos caprichos territoriales, sin planificación o visión de futuro; una iglesia dominante y poderosa que ejerce de muro o dique contra el cambio y la innovación a todos los niveles; la ignorancia y el anafabetismo endémico del pueblo fomentado desde arriba para su mayor dominio y control, aunque iniciativas como la Institución Libre de Enseñanza combatió el problema durante la II República; un constante desprecio al conocimiento y al avance científico, recuerden el famoso "que inventen ellos"; la élite intelectual fuera del país o plegada al poder; un papel protagonista del ejército, con la ya conocida actuación de una parte en el pasado siglo; control y  politización atroz de la prensa, que es muy clara en la actualidad; los dos últimos siglos también son muestra de la ausencia de orden o planificación económica; y para terminar, el país siempre ha mostrado gran sensibilidad a los problemas externos, tal como podemos ver actualmente con la situación de Libia y la dependencia del petróleo.
                Lo más grave de todo es que desde siempre el país, por los factores anteriores, ha mostrado un subdesarrollo de la sociedad civil, cierta incultura política y democrática, y debilidad del poder civil; lo que se ha traducido en un dominio constante desde arriba, desde la élite; es decir, en España hace mucho tiempo que las decisiones políticas, me parece que incluso en democracia, se imponen de arriba a abajo, de forma vertical, y no respetando los programas políticos que llevan a los ciudadanos a apoyar un partido concreto.    
             Ni ahora durante la crisis, la ciudadanía ha sido capaz de manifestarse masivamente contra las medidas que han aminorado aún más el estado de bienestar español, a diferencia de los franceses o ingleses por ejemplo; ello me parece un claro signo de inmadurez social, cívica y política, pues estamos dejando todo al libre albedrío de unos gobernantes incapaces, que están cada vez más alejados de la ciudadanía y son muy mal valorados por ella; en parte debido a su propia inutilidad endogámica, pues los partidos no fomentan en sí mismos la competitividad de ideas ni la meritocracia, sino el seguidismo borreguil para mantener el puesto institucional; lo cual no es evitado por un bases escasas debido a la poca participación de los ciudadanos en los partidos españoles, que ronda un tres por ciento de la población. Viendo los viejos, pero actuales, vicios de los españoles cabe preguntarse; ¿a quién puede extrañar lo que está sucediendo? ¿cómo esperar de la ciudadanía una movilización para recuperar sus derechos y dignidad? ¿qué futuro puede esperar a un país con tales taras democráticas, económicas y sociales?