miércoles, 30 de marzo de 2011

El presente de España ya fue pasado.

        La afirmación es un poco exagerada pero sólo pretende recoger la idea de una cierta continuidad histórica entre la situación actual de nuestro país y situaciones pasadas. Buscando dicha conexión me leí un libro de de la historia de España, en principio neutral, en el que se observan ciertas constantes históricas en la política, la sociedad y la economía españolas; que se han ido repitiendo durante siglos hasta nuestros días. Como dijo Twain "la historia no se repite pero rima".
        Buscando las causas del desastre económico en el que estamos inmersos -aunque pienso que siempre se podría emperorar- más allá de causa externas, he encontrado una serie de constantes que se repiten o riman a lo largo de la historia: reyes incapaces, que supeditan la economía a la religión o a ciertos caprichos territoriales, sin planificación o visión de futuro; una iglesia dominante y poderosa que ejerce de muro o dique contra el cambio y la innovación a todos los niveles; la ignorancia y el anafabetismo endémico del pueblo fomentado desde arriba para su mayor dominio y control, aunque iniciativas como la Institución Libre de Enseñanza combatió el problema durante la II República; un constante desprecio al conocimiento y al avance científico, recuerden el famoso "que inventen ellos"; la élite intelectual fuera del país o plegada al poder; un papel protagonista del ejército, con la ya conocida actuación de una parte en el pasado siglo; control y  politización atroz de la prensa, que es muy clara en la actualidad; los dos últimos siglos también son muestra de la ausencia de orden o planificación económica; y para terminar, el país siempre ha mostrado gran sensibilidad a los problemas externos, tal como podemos ver actualmente con la situación de Libia y la dependencia del petróleo.
                Lo más grave de todo es que desde siempre el país, por los factores anteriores, ha mostrado un subdesarrollo de la sociedad civil, cierta incultura política y democrática, y debilidad del poder civil; lo que se ha traducido en un dominio constante desde arriba, desde la élite; es decir, en España hace mucho tiempo que las decisiones políticas, me parece que incluso en democracia, se imponen de arriba a abajo, de forma vertical, y no respetando los programas políticos que llevan a los ciudadanos a apoyar un partido concreto.    
             Ni ahora durante la crisis, la ciudadanía ha sido capaz de manifestarse masivamente contra las medidas que han aminorado aún más el estado de bienestar español, a diferencia de los franceses o ingleses por ejemplo; ello me parece un claro signo de inmadurez social, cívica y política, pues estamos dejando todo al libre albedrío de unos gobernantes incapaces, que están cada vez más alejados de la ciudadanía y son muy mal valorados por ella; en parte debido a su propia inutilidad endogámica, pues los partidos no fomentan en sí mismos la competitividad de ideas ni la meritocracia, sino el seguidismo borreguil para mantener el puesto institucional; lo cual no es evitado por un bases escasas debido a la poca participación de los ciudadanos en los partidos españoles, que ronda un tres por ciento de la población. Viendo los viejos, pero actuales, vicios de los españoles cabe preguntarse; ¿a quién puede extrañar lo que está sucediendo? ¿cómo esperar de la ciudadanía una movilización para recuperar sus derechos y dignidad? ¿qué futuro puede esperar a un país con tales taras democráticas, económicas y sociales?