sábado, 19 de noviembre de 2011

Elecciones, 15-M y participación política.

        Cualquiera que esté al tanto del funcionamiento de la Unión Europea y de la situación de la soberanía económica, es consciente de la escasa relevancia de las elecciones; en la medida, en que uno u otro partido van a tener que hacer recortes impuestos desde Bruselas. Por supuesto, que ello no supone que sean lo mismo uno que otro gobernante, ya que cada uno de ellos tiene un margen de maniobra, mínimo, pero existente.
          El que se prevee futuro presidente, Rajoy, va a llegar a la presidencia del gobierno a lomos de la crisis y con una campaña electoral digna de estudio, debido a su nihilismo calculado y a su falta de liderazgo. ¿Ganaría Rajoy si no estuviésemos en crisis? Zapatero no ha dejado el listón muy alto, pero Rajoy no tiene visos de mejorarlo; sus propuestas se reducen a memeces como "gobernar como Dios manda", "generar empleo", "pagar los servicios sociales generando empleo" y "dar confianza". ¿Mediocre? No, es un político español y algunos como yo, somos muy exigentes.
             Poco cabe esperar de un político que permite tres o cuatro ruedas de prensa con preguntas en un año, que lleva vetando a Público desde que existe, y del que sólo sabemos que lee el Marca. Pero no seamos elitistas pidiéndole que lea a Savater, Marina o Abadía; esperemos que Rajoy, cual Sancho contemporáneo, gobierne con sentido común esa ínsula Barataria contemporánea llamada España. No nos queda otra que confiar, desearle suerte y vigilarle.
             ¿Qué podemos decir de Rubalcaba? Su amigo Zapatero dice que ha hecho lo mejor para España, que no tiene porque coincidir con lo mejor para los españoles. No supieron ni quisieron romper la burbuja inmobiliaria y ya vemos las consecuencias; Ley del suelo del PP mediante. ¿La elección de Rubalcaba? Cuanto menos dudosa democráticamente. Paradojas de la vida, el capitalismo va a refundar el PSOE, si es que son lo suficientemente inteligentes como para darse cuenta de dicha necesidad tras los resultados de mañana.
           Estas semanas escuchamos a las hienas de la CEOE soltar andanadas para devolver a los trabajadores al siglo XIX. Uno de sus cargos dijo que la fiesta se ha acabado; hay mucho hijo de puta suelto en este país, con la mala suerte de que están posicionados en cargos de responsabilidad; obvian que gente como yo, durante la fiesta de la burbuja con la que ellos se forraron, trabajamos, ya licenciados, en puestos de media jornada, por debajo de nuestra formación, y cobrando 500 euros al mes. Ahora que comenzamos, tras muchos esfuerzos y sacrificios, a llegar a puestos acordes a nuestra formación, los vemos peligrar o nos despiden para cuadrar los déficits que generaron las malas gestiones políticas. Con un 45% de paro juvenil, y del resto, muchos trabajando explotados o en puestos precarios, la juventud emigra a otros países buscando la mayor pérdida de la sociedad española en la crisis:  la movilidad social.
                  Estamos cerca de ser rescatados por culpa de la inutilidad de los políticos y de nuestra propia incapacidad como país. España es un huida continua hacia delante, sin tener la capacidad de planificar la idea de país a largo plazo, y así nos va. Ya que hablamos de futuro, tenemos un 30% de fracaso escolar, el doble que la UE, y somos el país con menos educación pública de Europa. Ello supone que dicha educación soporta a los colectivos con mayores dificultades, mientras que en concertados y privados solo aceptan un número reducido de ellos, que suelen ser los que no necesitan atención especial o personalizada. La educación es sólo uno de los factores para explicar que somos uno de los países de Europa con mayor desigualdad social. ¿Otras causas? 23% de fraude fiscal, el doble que la UE, perdemos unos 80.000 millones de euros anuales; y una presión fiscal del 36%, por debajo de la UE. Amén de una mala distribución de la renta.
         Para concluir me gustaría hablar del 15-M. Sí, fue y es un movimiento esperanzador, ilusionante y relevante, pero ¿y ahora qué? Antes todos nos preguntábamos por qué nadie se quejaba o se manifestaba; ahora que ocurre hay que hacer un acto más revolucionario si cabe; dejar las charlas de bar, de manifestación y asamblea, y pasar a la política. Si el movimiento tiene objetivos políticos debería de usar los instrumentos existentes para alcanzarlos: parlamentos, leyes de iniciativa pública, instituciones, partidos, etc. Si el movimiento no deriva en partido político se convierte en un grupo de presión más, pero sin el nivel de influencia de grupos tradicionales como la iglesia o los bancos. Toda la energía hay que canalizarla en un acto que es revolucionario en España, por ser algo minoritario, la participación en los partidos políticos. Según la Encuesta Social Europea los españoles somos de los que menos participamos en política de Europa pero de los que más nos manifestamos. Si de verdad les interesa la política, afiliénse, militen, o simplemente sean simpatizantes; hagan oír su voz, creen alternativas dentro de los partidos que mantengan sus propuestas o funden partidos nuevos hasta llegar al parlamento; que como dije al inicio, tiene una soberanía menguante, pero es la que nos queda y la única desde la que poder cambiar el futuro oscuro que nos espera. Cambien el sistema desde dentro; ya sabemos que es injusto y mejorable, pero sigue siendo democrático; finalmente, usen la razón y los argumentos para convencer y captar el voto de los demás, para, desde el apoyo popular, poder cambiar aquello que evite la actual y creciente desigualdad.


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